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viernes, 22 de noviembre de 2013

7 meses y dos días

No sabes cuánto siento no publicar esto a tiempo,
pero más vale tarde que nunca.
Al menos tuve el placer de celebrar nuestro "cumplemeses" contigo.


Contigo, puedo ser la persona que deseo ser.


Desde que te conozco, nunca nadie había visto en mí
lo que tú eres capaz de ver, y me alegro de poder ser 
lo mismo para ti.

La verdad es que no queda mucho más que decir por aquí,
porque prefiero tomarme el tiempo suficiente para decírtelo a la cara.

Sólo hacerte saber que te agradezco, un mes más, que estés a mi lado,
haciéndome feliz cuando me hundo, que estés aquí en lo bueno, lo malo,
lo mejor y lo peor.
Sé que sólo son 7 meses de toda una vida, y créeme, no puedo esperar
para llenar nuestro álbum de fotos, poder enseñárselo a nuestros hijos,
recorrer toda Mallorca junto a ti, vivir nuestra primera Navidad juntos
y las que nos quedan, cumpleaños, cumplemeses, aniversarios... 
Ya tengo ganas incluso de que seamos mayores, pongamos una película
y antes de la mitad te quedes dormido y tus ronquidos me impidan
prestar atención a la pantalla.
Será tan dulce, nosotros contra el mundo...


Sabes de sobra que eres de lo mejor que me ha ocurrido,
y lo bueno es que a tu lado todavía me quedan muchas buenas experiencias que vivir.
Por eso no hay nada más que escribir aquí, ya que lo que pueda decirte y lo que vivamos
lo escribirán nuestros pasos. 


Gracias por estos 7 meses, y, por ponerme a escribir tan tarde, 2 días junto a ti.
Te quiero, te amo y te ay muchisísimo, bichito, te lo recordaré durante las próximas 
90 eternidades.


Y felices siete meses...

jueves, 14 de noviembre de 2013

¿Sabes?
 Quisiera darte siempre un poco más de lo que te pido.
Sabes que soñaré, si no estás, que me despierto contigo.
Sabes que quiero más, no sé vivir solo con cinco sentidos.
Este mar, cada vez guarda más barcos hundidos... 

Tú eres aire, yo papel.
Donde vayas, yo me iré.
Si me quedo a oscuras,
luz de la locura, ven
y alúmbrame.

No quiero estrella errante,
no quiero ver la aurora;
Quiero mirar tus ojos del color de la coca-cola.

domingo, 3 de noviembre de 2013

Las cosas habían cambiado. Era innegable. Había pasado un año entero ya, incluso un poco más, y ellos ya no eran lo que un día fueron.

El ambiente también se había adaptado a tan drástico cambio. El aire soplaba de una manera diferente, las tonalidades de la luz del día se mezclaban con la gente, pero ahora ya no provocaban más que vívidos recuerdos en los corazones de ambos. Las notas de su canción, que en su día erizaban la piel de ella y llenaban de emoción los ojos de él ahora se tornaba una melodía vacía y llena de sentimientos a la vez. Todo en ese nuevo mundo era contradictorio, como su relación a día de hoy.

¿En qué momento se bifurcó tanto el camino?

"¿Ha sido culpa mía?" Se preguntaba ella cada vez que la brisa del recuerdo estremecía su cuerpo y dejaba su alma flotando frente a sus ojos, cual experiencia extracorpórea, intentando recuperar aquello que vivió ya que sus pies físicos no parecían capaces de dar un solo paso atrás para retomar la relación que un día formó todo su mundo. Aunque fuera por unos meses. Cada vez que algo le recordaba a él sentía lo mismo. Todo estaba fuera de lugar, como si se tratara de un botón desabrochado o un cajón entreabierto en su vida, el cielo tomaba un color diferente y sentía su cuerpo encerrado en un mundo sinsentido, incluso a veces llegaba a pensar que nada de todo aquello era real, porque su esencia flotaba desesperada, pretendiendo encaminarse al pasado que un día pintó ese mismo mundo gris de todos los matices posibles, pero ahí se quedaba ella, atascada, simplemente preguntándose cuál era el sentido de la vida y por qué le era tan imposible recuperar aquello que solía dárselo.

Tal vez ya no era la niña de ojos alegres a la que cada experiencia nueva le daba más ganas de seguir avanzando, de vivir siempre algo nuevo, algo mejor, aunque nada le parecía mejor que aquello. No, tal vez no, estaba muy claro que ya no era una niña. Estaba muy claro que lo que un día fue su primera experiencia, compartida con él, jamás volvería a ser una primera experiencia. Siempre eran diferentes. Lo echaba de menos, pero no quería volver atrás, porque en el presente las cosas le iban muy bien, era feliz, feliz de verdad. En aquellos tiempos era una muchacha hambrienta de ese sentimiento. Ansiosa de amor y felicidad, sin embargo el humo, al llegar a sus pulmones, le llenaba de una falsa sensación de que todo estaba bien, de que mientras todo se mantuviera de ese modo encontraría su meta. Las risas de él hacían eco en su interior, las miradas cómplices, las estupideces, la música de fondo, la lúgubre habitación... Y sin embargo, aquél balcón se veía tan hermoso, tan lleno de luz... A pesar de que, cada vez que miraba al cielo exponía la misma teoría a su amigo; "¿No te parece que realmente estamos encerrados y que existe algo ahí fuera que nos controla? ¿No te parece que por más azul y despejado que se presente el cielo sigues sintiendo que te ahogas como si fuera un techo, una jaula?" Eso es lo que le parecía el mundo en ese entonces, pero le quitaba importancia porque día tras día compartía esa experiencia con él. Porque cada vez que el humo se desvanecía, desapareciendo por completo del balcón, ella sabía que no se iba para siempre, que realmente era algo duradero, porque mañana volvería a llenar su cuerpo de respuestas a sus preguntas, de alegría y risas, de un humo tan verde como el optimismo que le provocaba, y mientras se mantuviera en ese estado nada parecía hacerle daño. Las horas siguientes se llenaban de bailes a la tenue luz de la lamparita, bajo la curiosa mirada de su amigo, así como de muchísima comida y las típicas tonterías que no podía evitar soltar bajo el efecto de la droga de esa amistad.

Pero el humo llegó a su fin. La amistad que llenaba su cara de sonrisas y sus ojos de luz pareció terminar, aparentemente, sin ningún motivo.

¿Fue, tal vez, el amor no correspondido?
¿Fue, tal vez, el darse cuenta de que la marihuana le hacía de cada día más feliz hasta el punto en que la falsa realidad que se creaba hacía que la verdadera se evaporara por completo, y muy en su interior no deseaba olvidar si quiera la tristeza que el mundo real le proporcionaba?
Llegó a tal punto de abuso de la falsa felicidad que su preciada droga le proporcionaba que terminó provocándole nada más que mareos y malestar, una pérdida total de la noción del espacio y del tiempo, así como de la realidad que el mundo exterior le proporcionaba.
Decidió dejarla de lado. Quería vivir. Deseaba con todas sus fuerzas superar sus baches sin ayuda de nada y de nadie, ansiaba conocer la felicidad consciente, y no la que la transportaba al mundo que más le convenía en el momento.

Pero... no se dio cuenta de que al alejar a María de su vida, le alejaba también a él... Parecía que la realidad era tan difícil para ambos que terminaron viviendo en universos paralelos, pero en el mismo mundo. Se veían, eran palpables y audibles, pero no reconocibles. Nada parecía ser lo mismo. Él seguía aferrado a María, no pareciendo capaz de enfrentarse a la realidad y buscar su propia salida en ella. Pero ella estaba a un nivel diferente, nuevas experiencias, del todo reales... Aunque siguiera prefiriendo las que le proporcionaba su mundo de fantasía, el cuál le permitía huir de la susodicha "verdadera realidad", se negaba a rendirse a la debilidad. Se negaba a olvidar lo que un día fue en esta vida, no quería perderse en los caminos de la vida que su mente alterada por estupefacientes le brindaba con esa falsa esperanza y felicidad. Deseaba encontrar el camino que le había sido asignado. Estaba cansada de huir. Y se alegró de haberlo hecho, porque esos mismos caminos ficticios, esa escalera de huida que María abría ante sus mundos había llevado a la perdición a su querido amigo. Él pareció perder cualquier tipo de camino, incluso dentro de su propio mundo. No sabía quién era, estaba sumido en la más profunda tristeza y lo peor de todo es que seguía sin poder dejarla, la necesitaba, al fin y al cabo siempre fue su burbuja, lo que le ayudó a avanzar en tiempos difíciles. Aunque ahora era lo único que le hundía, a su vez era lo único que le mantenía a flote. También aumentaba su desesperación el que su amistad se hubiera distanciado de tal manera. Pero cuando le contaba con lágrimas en el alma a ella lo que estaba sintiendo, ella se ofuscaba. Se sentía culpable por haberle abandonado con María como única salida, pensando que tal vez, y sólo tal vez juntos María no habría terminado siendo la única salida, ni habría acabado destruyéndolo todo a su paso, porque juntos María realmente pasaba a segundo plano. Pero, por otro lado, de no haber cambiado las cosas, tal vez ella habría acabado como él y las cosas entre ellos habrían empeorado.

Y, como siempre había ocurrido, la relación de él con María era contradictoria, al igual que su amistad con ella, al igual que el cielo azul, que parece esconder bajo tanta belleza una terrible jaula que nos obliga a pretender huir de ella de una manera que solo termina separándonos de nosotros mismos. La vida era una tortura. Pero ella encontró la felicidad. Y en cuanto lo hizo, se dio cuenta de que ya estaba siguiendo su camino, y no pensaba abandonarle. Le llevaría con ella, se juntaría con él, llenaría de nuevo sus pulmones de falsa felicidad pero también le obligaría a experimentar la felicidad verdadera. Le daría la oportunidad de darse cuenta de que no es ella quien ha creado su propia burbuja, si no él, y que cuanto más la expanda, más resistente se volverá. Ella no permitiría que nada le dañara, lo sacaría a flote, sin volver al pasado. Sin retroceder ni un solo paso. Solamente ayudándole a él a avanzar.

Porque de eso es de lo que se dio cuenta. Se quedaba estancada al pensar en el año pasado porque sabia que no podía mirar atrás, que no podía perder lo conseguido. Pero su mente siempre la transportaba al mismo lugar, oníricamente, con un olor, una canción, un lugar... Porque no había forjado su camino del todo bien, le había dejado a él atrás pensando que era lo mejor para ambos. Sólo debe atreverse a llegar hasta ella, y no al revés. No es ella quien debe retroceder, aunque él siga sintiendo en su agonía que sólo siendo como eran antes serán felices. Debe avanzar y coger su mano para darse cuenta de que sólo permitiéndose ser en el presente conseguirán ser felices.